Hay quien considera que leer es de pijos, de friki, de intelectuales,... para nada. Empecemos por decir que la literatura abarca géneros y subgéneros como la novela, relato, poesía, narrativa, cuento. Al final todo lo que se escribe pertenece a alguno de ellos. Por eso leer vale siempre, ya sea un libro, un periódico, un artículo sobre deportes, un tebeo, una revista, .... y cualquier tema es interesante, no hay porque discriminar.
Las investigaciones científicas más recientes han confirmado que dedicar tiempo a la lectura tiene efectos mucho más positivos sobre el cerebro que el consumo habitual de televisión. Esta diferencia entre ambas actividades ha sido objeto de importantes estudios internacionales cuyas conclusiones pueden orientar hábitos y decisiones familiares.
En 2013, la Universidad de Tohoku (Japón), realizó un estudio con 276 niños para entender los efectos cerebrales del tiempo dedicado a la televisión. Midieron el impacto a largo plazo y concluyeron que, cuantas más horas pasaban los niños frente a la pantalla, mayores eran los niveles de excitación y agresividad en el cerebro. Detectaron un notable engrosamiento en la zona del lóbulo frontal, una región cerebral vinculada al razonamiento verbal, que a su vez estuvo asociado a peores resultados en pruebas verbales. Lo más relevante es que estos efectos negativos eran independientes de la edad, el género o el nivel socioeconómico del niño. En síntesis, cuanto más televisión se veía, peor era la capacidad verbal demostrada.
En el mismo periodo, un equipo de la Universidad de Emory (EE.UU.) exploraron cómo la lectura de una novela afecta la actividad cerebral. Pidieron a estudiantes universitarios que leyeran “Pompeya” de Robert Harris y, usando escáneres cerebrales, observaron que tras la lectura se incrementó la conectividad en áreas relacionadas con el lenguaje y se activó la región motora sensorial.
Demostraron que leer regularmente mantiene la mente activa, retrasa el deterioro cognitivo y reduce notablemente el riesgo de sufrir Alzheimer en la vejez. Existen análisis adicionales que aseguran que con solo seis minutos de lectura se reduce el estrés en un 68%, superando los beneficios de escuchar música, tomar café o caminar.
Las personas que leen de forma habitual tienden a ver menos televisión y disfrutan de una vida mental más activa. Este efecto se observa tanto en niños como en adultos. Por el contrario, quienes dedican muchas horas a la televisión suelen descuidar la lectura y muestran un desarrollo verbal y emocional más pobre.
La ciencia, por tanto, sugiere que, si se quiere invertir en el desarrollo mental y emocional, la lectura es el camino más fértil y seguro.