No, nadie se salva, ¡pero no todos son iguales! Aquí va el porqué, desde mi punto de vista.
La Izquierda nacional vive en el desmadre y la confusión, enzarzada en su guerra particular. Prioriza cualquier cosa ajena a "llenar las neveras", profundizando en la pureza ideológica y otros "asuntos" mientras el paro afecta a 2,42 millones de personas.
El PSOE alimenta un Gobierno propio que apoya guerras y gasta en armamento, mientras la pobreza (AROPE) arrastra a la desesperación a 12,5 millones de españoles. Un partido que mantiene (y aplica como nadie) la Ley Mordaza, derogó parcialmente la reforma laboral anterior dejando una enormidad de contratos a tiempo parcial que generan pobreza laboral, y arrastra casos de corrupción continuos.
El PP, embadurnado en corrupción, apuesta por lo privado a costa de quien sea y presume de “controlar la Sala Segunda del Tribunal Supremo por la puerta de atrás”. Un partido que solo reconoce la democracia cuando gobierna, no sabe estar en la oposición y solo atiende las reivindicaciones de los grandes empresarios.
Vox, los anti-establishment, aún no gobiernan y ya tienen una condena de cerca de un millón de euros por financiación irregular. Casi una decena de sus fundadores ya no están en el partido: militantes célebres como Espinosa de los Monteros, Olona, Vidal-Quadras o Camuñas han huido. Opacidad en las cuentas, fundaciones pantalla, financiación exterior y patriotismo con banderita de España para taparlo todo.
Los partidos periféricos tiran de la manta que debiera cobijar a la ciudadanía del país, para lograr fines concretos, exclusivos y muy particulares.
Este es el panorama: ni los que están ni los que añoran estar van a trabajar por la generalidad de los españoles y sus graves problemas. Unos defenderán a las empresas y a los potentados; otros se pierden en discursos biensonantes para tapar su temor al poder. Unos a favor de impuestos, otros en contra; unos con lo público, otros con lo privado. Así mantienen la polarización necesaria para asegurar votos y escaños que les meten en los bolsillos "sus buenos dineros", democráticamente, por supuesto.