No cabe duda, la ultra-derecha, desaparecida durante tantos años, despierta gracias a la ayuda inestimable de quienes siempre han sido ultra-derecha, pongan ustedes los nombres. Y despiertan haciendo lo que saben hacer: RUIDO.
Sus estridencias son bien conocidas porque no son estridencias gratuitas, no, son estridencias bien trabajadas, bien intencionadas que a modo de saetas van directamente al cerebro de quienes viven la nostalgia franquista desde hace cincuenta años y que se aburrían y languidecían en el PP, pero también incluso de bastantes personas de los que forman la masa electoral de izquierdas y que tradicionalmente vota al PsoE, espero que entiendan las minúsculas, no son lo mismo los dirigentes que sus electores.
Y es que lo malo no es lo que dicen sino cómo y dónde lo dicen.
Suelen decir cosas muy "vendibles" entre la ciudadanía de a pie, esa que se atiborra de telebasura, que no quiere pensar mucho en política. Frases como "España se rompe", "gobierno comunista", "ETA gobierna a España", y muchísimos más mantras que al estilo del nazi Goebels repiten y repiten hasta la saciedad, hacen huella en los pensamientos de muchos.
Pero ¿"donde" lo dicen?, pues está muy claro, donde las palabras tienen más impacto, la televisión, hay bastantes canales blanqueando a Vox, algunos tan próximos que parecen ser del propio partido, en todas sus intervenciones cada vez que alguien (con el objetivo de informar,dicen) les brinda un micrófono, y sobre todo en el parlamento donde hemos visto como sin la más mínima corrección, sobre todo en los plenos, insultan, gritan o abuchean como verdaderos hooligans déspotas y sin ninguna educación.
Pero claro no podemos olvidar que lo que más beneficia a la ultra-derecha no es solo lo que ellos hacen sino lo que la izquierda no hace, o más bien ha dejado de hacer o bien lo hace ajustando sus actuaciones a un perfil bajo, salvo en las redes sociales la sociedad progresista no está siendo “invitada” por sus organizaciones a luchar con eficacia contra el ascenso de la ultra-derecha y los consecuencias políticas que de ello se derivan:
- Negación del la violencia de género, ellos pretenden que se hable de violencia familiar en vez de violencia de genero, cuando según las estadísticas la inmensa mayoría de casos de muertes por violencia de genero son mujeres.
- Pin parental, como mecanismo de censura al profesorado en materia de diversidad afectivo-sexual, recuerdo mis clases de religión con 16, 17 años aún dentro del franquismo donde la asignatura se llamaba "Educación para el amor", en un colegio salesiano, año 1973, tomen nota los de Vox.
- Modelo autonómico, donde intentan cargarse las autonomías limitando al máximo sus funciones ejecutivas
- Inmigración, Unión Europea, feminismo, familia, ...
en definitiva pretenden volver atrás y muy atrás, la cuestión es saber hasta dónde.
Hecho en falta la defensa de estas pretensiones políticas con mas intensidad desde una izquierda razonable, diversa pero unida, si la ultra-derecha maneja bien la estridencia atrayendo con soltura el foco de la prensa y además también utiliza con frecuencia las calles, ¿qué nos queda a nosotros?
El poder de convocatoria ha sido algo que siempre ha manejado bien la izquierda sin embargo ahora nos hace pensar en el 15M como algo lejano, como si hubiera sucedido en el siglo XIX. Estamos esperando que la izquierda empiece a re-convencer a las grandes masas de votantes de izquierdas de que el camino debe ser la toma de conciencia de sus propios problemas, el paro, la pobreza, la precariedad laboral, la desigualdad en todos los ordenes.
Hay que empezar a movilizar todos los que tanto se quejan y protestan por todo, hacerles que abandonen ya el "sillobol", recordarles que hay que continuar tirando palante, que hay que proteger a los hijos, a los nietos, las pensiones, las subidas indecentes de la luz y los carburantes, que hay que espabilar porque “ellos” ¡ya han espabilado!
Pero para ello la izquierda necesita unificar criterios y objetivos, no hay otra, aunque parezca difícil es la única solución, dentro de la diversidad, unidad de acción, sobre todo en los asuntos serios y que afectan de lleno a la continuidad democrática. Recuerdo cuando Julio Anguita intentó poner en marcha el Frente cívico la idea me entusiasmó, eran solo 10 puntos, un decálogo que debería ser el común denominador de la izquierda española y creo que sería un buen punto de partida para ese proyecto desconocido de país que Yolanda Díaz, de quien me fío, pretende poner en marcha.
Nuestros lideres de izquierdas deberían ya de moverse, pasar de ayudas puntuales en los presupuestos a algo con más cuerpo algo que tuerza la mirada de los dirigentes socialistas hacia la izquierda, algo que debilite el discurso de la intolerancia de la ultra-derecha, porque como dije al principio nos están robando la calle, el megáfono y al electorado, ellos no descansan y su discurso cala!